Principios Biblicos que te harán dejar la pornografía


La pornografía es uno de los mayores problemas que enfrenta la iglesia de hoy. 

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El Internet y la tecnología moderna han hecho que sea más accesible, asequible, y anónimo que nunca, y está causando estragos en la iglesia, asfixiando la vida espiritual de los creyentes, destruyendo los matrimonios y las familias, y disminuyendo la eficacia de los pastores. Un reporte dijo que 85% de hombres jóvenes y 50% de las mujeres jóvenes ven pornografía mensualmente.
Aunque los hombres y mujeres cristianos están llamados a vivir vidas santas, libres de la inmoralidad sexual (1 Ts. 4: 3-8), algunos se sienten impotentes para romper las cadenas de la lujuria y vergüenza que el uso de pornografía ha puesto a sus vidas. Hay preguntas en sus mentes como: “¿Por qué sigo cayendo en el mismo pecado?”; “Por qué no puedo detener este pecado destructivo?”; “¿Dónde está la libertad que se nos promete en Cristo?”.
Si estas preguntas te describen a ti o a alguien que conoces, no te desanimes: en Cristo siempre hay esperanza. ¡No se puede comparar el poder del pecado contra el poder del Salvador, el Vencedor del pecado y Libertador de la ley del pecado y de la muerte! El liberarte de pecado habitual como la pornografía requiere un cambio en tu relación con Dios, en tu actitud hacia el pecado, y en tus relaciones con los demás.
Este artículo te dará una perspectiva general de la Escritura que aplicable a esta peligrosa lucha. Si esta es tu lucha, pido a Dios que encuentres a Cristo y Su Palabra suficiente para animar, equipar y capacitarte para ser liberado de las garras del pecado y vivir una vida santa para la gloria de Dios.

1. Clama a Dios por la gracia de cambiar.

(Tito 2:11-14; Salmo 107; Romanos 5:17; Salmo 34; Jeremías 3:21-25)
Fuera de la gracia de Dios, no tenemos poder para dejar los hábitos pecaminosos. Pero no estamos fuera de la gracia de Dios. Hay esperanza. Dios responde a su pueblo y quiere ayudarnos en las batallas que nos enfrentamos. Salmo 34:17 nos dice: “Claman los justos, y el Señor los oye y los libra de todas sus angustias”. Si te encuentres agobiado por el pecado de la lujuria y la pornografía, clama a Dios por la liberación y la gracia para cambiar y vivir en pureza. Cristo puede darte un nuevo corazón, restaurar tu gozo, darte una conciencia limpia y proveer la fuerza que necesitas para seguir adelante en la batalla.

2. Persigue un amor profundo por Dios y el evangelio.

(Efesios 2:1-10; Tito 2:11-14, 3:3-8; Romanos 5:1-11, 1 Corintios 6:9-10; Mateo 22:37-38)
La raíz del problema del porno es idolatría: es amar la lujuria más que amar a Dios. Busca un amor más profundo para Dios y una apreciación más grande por el evangelio. Alábale por su santidad y su gracia en tu vida. Dios no solo nos ofrece la gracia salvadora en el evangelio, Él ofrece una gracia santificadora que nos prepara para servir (Tito 2:11-14). Busca maneras de meditar en la gracia de Dios mostrada en el evangelio. Dale a Él el primer lugar en tu vida y aprecia el evangelio como el tesoro que es.

3. Odia tu pecado.

(Proverbios 8:13; 1 Tesalonicenses 4:8; Mateo 5:4; Santiago 4:4-10; Salmo 51)
El uso de la pornografía es una forma idolatría en los ojos de Dios y es venenoso para nuestra relación con Él (1 Tesalonicenses 4:8; Jeremías 2:13; Jonás 2:9). Date cuenta de que este pecado puede destruirte a ti, a tu familia, a tu matrimonio y tu testimonio. Pídele a Dios que Él te de tristeza conforme a la voluntad de Dios sobre tu pecado y la habilidad de arrepentirte (2 Corintios 7:8-13). Llora sobre tus acciones pecaminosas. Odiar tu pecado y no solo las consecuencias del pecado significa hacer todo lo que puedes para cambiar: aun las cosas incómodas.

4. Atesora la Palabra de Dios.

(Salmos 119:9-11, 1 Juan 2:14, Romanos 15:4, Romanos 12:1-2; Colosenses 3:16; Salmo 1; Josué 1:8)
Aquellos que consumen pornografía crean una serie de mentiras, diciéndose a sí mismos que su pecado no es tan malo, que no es su culpa, que un poco de lujuria es permisible, o que tienen control de la situación. Necesitamos la Palabra para contrarrestar las mentiras y enseñarnos sobre la hermosa creación de Dios en la sexualidad humana. Esto nos dará una angustia mayor cuando vemos la belleza creada contaminada por el pecado. Tenemos que memorizar la Palabra, meditar en la Palabra, y atesorar la Palabra de Dios.

5. Confiesa tus pecados.

(Santiago 5:16, 1 Juan 1:5-10; Salmo 32; Proverbios 28:13; Levítico 5:5; Gálatas 6:1)
Una confesión sincera es bendecida por Dios y conduce a la sanación y limpieza. Humíllate delante de Dios, confesando tus pecados y clámale por su ayuda en la lucha contra el pecado. Probablemente debes confesar a un amigo de confianza, pastor, consejero, o tu cónyuge. La confesión puede ser un hecho bien aterrador, pero es algo vital en el arrepentimiento. Al confesar tu pecado, practica sabiduría en la confesión, sabiendo que el uso de la pornografía es profundamente hiriente para los que han sido impactado de tu pecado. No dejes de buscar ayuda de alguien más piadoso (de tu mismo sexo) en esta lucha.

6. Elimina las fuentes de tentación.

(Mateo 5:29-30; Romanos 13:14; Hebreos 12:1-2; Hebreos 12:13; Isaías 57:14; Efesios 5:3)
En la lucha contra hábitos pecaminosos, es importante hacer sendas derechas para nuestros pies y no dejar provisión para la carne, quitando cada fuente de tentación (Romanos 13:14). Esto podría significar el poner filtros en tu computadora, teléfono, o la televisión, y tirar cualquier cosa que suscite tu carne. No toleres el pecado más de lo que tolerarías un asesino armado que vive en tu casa. Eres débil y necesitas forjar sendas derechas para tus pies, para que en un momento de debilidad puedas mantenerte firme en poder de Su fuerza (Efesios 6:10).

7. Rinde cuentas a otros creyentes.

(Eclesiastés 4:9-12; Proverbios 27:17; 2 Timoteo 2:2; Gálatas 6:1; 1 Tesalonicenses 5:11; Colosenses 2:20-3:8)
Una de las mentiras que el pecado dice es que estamos solitos, sin nadie que nos ayude. Dios nos ha dado en la iglesia la oportunidad de tener amigos espirituales que nos pueden ayudar en nuestra lucha contra el pecado. Ora por tener un grupo de rendición de cuentas agradable a Dios que te ayude resistir el pecado y amar el Salvador. Busca tecnología que puede asistirte ser honesto y responsable, como Covenant Eyes o X3Watch. Estos programas pueden ayudarte mucho, pero no toman el lugar de un amigo preguntándote “¿Cómo estás?”.

8. Haz un plan contra tentaciones posibles.

(Efesios 6:10-20; 1 Pedro 1:13; 1 Pedro 5:8-9; 1 Corintios 10:7-14; Jueces 16:4-18; Génesis 4:7; 1 Pedro 2:11-12; Proverbios 22:5)
Tenemos que tomar en serio nuestra lucha contra el mundo, la carne y el diablo. Un buen atleta estudia a sus oponentes y aprende de sus propias derrotas, tratando de encontrar momentos de debilidad donde él pueda fortalecerse. Debemos ser astutos, formulando estrategias en la lucha para ser puro. Analiza cuáles mentiras has creído y contrarréstalas con la verdad. Analiza tu vida y observa en cuáles momentos comúnmente eres susceptible a la tentación, y estructura tu vida en una manera que te permita ganar contra la tentación. En Cristo, no eres un esclavo del pecado, sino que tienes todo lo necesario para vivir una vida santa y superar la tentación (2 Pedro 1:3, 1 Corintios 10:13).

9. Vive por el Espíritu.

(Romanos 8:1-11; Gálatas 5:16-25; 2 Corintios 3:16-18)
Dios no nos deja en esta vida solos, sino que nos da el mayor recurso posible para luchar contra el pecado: su Espíritu Santo. Romanos 8:13 nos dice que “si por el Espíritu hacen morir las obras de la carne (del cuerpo), vivirán”. Caminar con el Espíritu fijará tu atención en las cosas espirituales y no en confiar en tu propia fuerza y sabiduría en la lucha contra el pecado.

10. No te rindas.

(Isaías 40:28-31; Salmo 121; Salmo 40; 1 Corintios 15:58; Lamentaciones 3:22-26)
En Cristo hay restauración, redención y sanidad. A pesar de que es posible desanimarte, pon tu esperanza en Cristo y predícate el evangelio una y otra vez. Toma en cuenta que tus esfuerzos y energías para perseguir a Cristo y luchar contra el pecado son agradables a Él, y corre tras Él con todo tu fuerza. Si estás en Cristo, tienes un Salvador viviente que vive en ti e intercede por ti.
Escrito por Kevin Halloran para The Gospel Coalition