SRAEL.- A 35 kilómetros de la frontera con Siria, en una de las zonas más conflictivas del planeta, se encuentra el Ziv Medical Center, un hospital israelí que está literalmente salvando las vidas de aquellos que amenazan con matarlos al otro lado de la frontera.
En el 2011, cuando estalló la violencia en Siria, comenzaron a llegar sirios a curarse las heridas en el hospital del país que consideran su enemigo. Y a pesar de la enemistad existente y el riesgo que representa tener en el recinto a posibles terroristas, los médicos judíos los están atendiendo, brindándoles más allá del tratamiento médico la calidad de vida que todo ser humano necesita.
Durante su estadía les ofrecen además de ayuda psicológica, ropa, cepillo de dientes, y otros artículos de higiene personal. Hay payasos terapeutas que visitan y atienden a los niños, y tienen hasta profesores que les dictan clases para que no se atrasen en sus estudios.
Hasta la fecha han atendido a más de 550 sirios, de los cuales el 90% son hombres, el 10% son mujeres, y de ese total el 17% son niños. El gesto humanitario hacia los sirios toma otras dimensiones al tener en cuenta que el gobierno de Israel ha pagado por todos sus gastos médicos, sobrepasando los 5 millones de dólares.
La medicina, una inversión para la paz
Israel y Siria han estado en guerra desde 1948, año en que Israel se creó como estado. A partir de ese momento han tenido tres guerras, y aunque la última fue hace 40 años en el “Día del Perdón”, los ataques han sido constantes debido a que el gobierno sirio ha estado financiando a los grupos terroristas palestinos que constantemente atacan a los judíos.
De hecho, Hamás, el grupo terrorista más grande palestino tenía sus oficinas en Damasco, bajo el auspicio del gobierno sirio. Por este y otros conflictos, no hay relaciones diplomáticas entre Israel y Siria; pero a pesar de esto el gobierno de Israel dio autorización para atender a los heridos sirios.
En primera instancia el gobierno y el ejército montaron un hospital de campaña en la frontera con médicos, enfermeros y paramédicos, que hasta la fecha siguen ahí. En ese lugar reciben a los heridos, los atienden y de inmediato los regresan a Siria; pero si las heridas son más graves los trasladan en ambulancia o helicóptero al Ziv Medical Center, en la ciudad de Safed, por ser el hospital más cercano a la frontera.
En comparación con otros hospitales en Israel, este centro médico es relativamente pequeño; tienen 331 camas, 22 camas de terapia intensiva, 47 departamentos médicos, y siete salas de cirugía.
En cada habitación caben cuatro camas, y en ocasiones las comparten judíos, musulmanes y cristianos, así que no hay separación o distinción debido a la religión, raza o procedencia. De igual manera, hay enfermeros que son judíos, árabes, o musulmanes, así que hay total convivencia entre los pacientes, así como entre los enfermeros que allí trabajan. La política de no discriminación entre los heridos y enfermos es totalmente consistente con lo que los médicos del hospital consideran los valores de su país y la ética de su profesión.
Amando a los enemigos
Cuando los heridos llegan al hospital los médicos no saben si los nuevos pacientes son representantes del gobierno, rebeldes, o terroristas de ISIS. De hecho, no se les hace ese tipo de interrogatorios. Los médicos se limitan a curarle las heridas, en su mayoría ocasionadas por balas o esquirlas de bombas.
“Yo no tomo ningún partido político, no me importa quién es el bueno o quién es el malo. Nosotros como médicos y cirujanos comenzamos a atender a los heridos como si fueran pacientes israelíes o como cualquier paciente que tiene un seguro médico. Se les hace la operación, cirugía o el tratamiento que sea necesario”, explicó el Dr. Alejandro Roisentul, director del Departamento de Cirugía Oral y Maxilofacial de Ziv Medical Center.
Los pacientes se quedan en promedio casi 2 semanas en el hospital, pero en algunos casos permanecen internados por uno o dos meses. Debido al conflicto y la complejidad de la guerra en Siria, los pacientes no pueden regresar a su país y luego volver a Israel para revisión. Por tanto, deben permanecer en el hospital hasta que se acabe su tratamiento médico.
Joseph Farris, trabajador social del hospital declara que no saben cuál es el destino de los pacientes cuando salen de allí, pero estima que algunos regresan a Siria.
“No todos los pacientes quieren hablar, pero los que sí lo hacen cuentan que tienen familia en Siria y que desean volver a estar con ellos. Otros no quieren volver a Siria porque tienen miedo; pero no sabemos realmente qué pasa con ellos cuando terminan su tratamiento”, indicó Farris.
Además de su labor como trabajador social en el hospital, Farris sirve como traductor a los pacientes que cruzan la frontera desde Siria. Él les explica en árabe cuál es su situación y el tratamiento que van a recibir.
Al otro lado de la frontera el conflicto entre sirios e israelitas es inminente, pero dentro del hospital conviven en relativa armonía.
“Hasta la fecha ninguno de los pacientes sirios ha intentado atacar a los médicos o empleados. Aunque hay algunos casos aislados de pacientes que se han portado mal, diciendo o haciendo cosas indecentes. Pero en general tenemos muy buena relación con ellos. En su mayoría nos agradecen el cuidado”, comentó el Dr. Alejandro Roisentul, agregando que tiene la esperanza de que esto ayude a que los sirios cambien la imagen errónea que tienen del pueblo judío.
“Los sirios crecen pensando que los israelíes son malos, se les inculca desde pequeños que Israel es el ‘Gran Satán’, lo peor que hay; y por eso creen que deben matarlos y desaparecerlos a todos del mapa. Lamentablemente así se crían los niños en Siria. Así que ¿pueden imaginarse a una persona que cree eso, y de repente está en un hospital al otro lado de la frontera, siendo atendido por médicos israelíes? Es una situación bastante extraña para ellos y para nosotros también”, enfatizó el Dr. Roisentul, quien lleva más de 15 años trabajando en el Ziv Medical Center.
Él guarda la esperanza de que la atención que les están brindando a los sirios les haga cambiar la actitud violenta que tienen hacia los judíos.
“Para ellos Israel es su enemigo, pero a través de la ayuda médica les estamos salvando las vidas; y esperamos que esa muestra de respeto influya en su proceder. Pero para hacerles cambiar su mente sobre lo que está pasando se necesita mucho más que un buen tratamiento en unos cuantos días o meses. Pero esperamos que los pongamos a meditar un poco y que piensen sobre lo que estamos haciendo por ellos”, expresó el Dr. Roisentul.
Hace 26 años él dejó su natal Argentina, y aunque tiene la posibilidad de regresar a su país de origen, admite que su hogar, su vida y su propósito están en Israel.
“Más del 70% de los médicos en Siria se han escapado, así que no hay casi médicos allá. Además, los hospitales fueron bombardeados, y no tienen facilidades, por eso los sirios que necesitan cuidado médico no tienen muchas opciones. No pueden ir a Damasco; así que se mueren en las calles o vienen acá. Y eso es lo que están haciendo, se vienen para este lado de la frontera”, recalcó el médico argentino, enfatizando que para aquellos que viven en esa región de Siria, el Ziv Medical Center es la única puerta hacia a la supervivencia.
Cambiando la historia
A lo largo de la historia el pueblo judío ha vivido en guerra, y la violencia en vez de cesar se ha incrementado en los últimos años. Desde el 2007, fecha en que Hamás comenzó a gobernar la Autoridad Nacional Palestina de la Franja de Gaza, más de 14 mil misiles han sido lanzados desde Gaza al territorio israelí de la frontera.
En el caso de la frontera con Siria, las manifestaciones de protesta se han incrementado, y parece una lucha de ‘todos contra todos’, de gobierno, rebeldes, islamistas y potencias extranjeras.
El sistema de seguridad israelí ha mejorado, pero los atentados hacia los judíos continúan. Por eso muchos coinciden en afirmar que la solución al conflicto no está en mejores armas sino en un mejor diálogo.
La labor humanitaria que realizan los médicos del Ziv Medical Center es un reflejo del sentir del pueblo judío, tal como lo describe el Dr. Roisentul: “El pueblo de Israel ya pasó un holocausto, durante la segunda Guerra Mundial. Esta nación sabe lo que es ser perseguido y masacrado. El pueblo judío sabe lo que es cuando el mundo te da la espalda, y no tienes quién te atienda ni quién te salve. Así que si alguien viene herido o necesita ayuda y apoyo, pues Israel no puede decir que no. Es algo muy intrínseco en el espíritu de los israelíes”, afirmó con naturalidad.
Por ese motivo los ciudadanos israelíes no se quejan de que el gobierno esté utilizando parte del dinero que ellos pagan en impuestos para cubrir los gastos médicos de los sirios. Ellos lo ven como una inversión para la paz.
“En medio de un ambiente hostil, ver una sonrisa de un niño o cualquier ser humano que atendemos nos da la fuerza para continuar creyendo que lo que estamos haciendo dará buenos frutos”, compartió el trabajador social.
Farris nos llevó a la habitación de un niño de 8 años, que desde hace más de 2 meses estaba internado en el hospital, pero antes de iniciar la entrevista nos advirtió que para mantener la seguridad de los pacientes sirios, los medios de comunicación tienen prohibido tomarles fotos o revelar su identidad, así que nos limitamos a conversar con ellos hasta donde lo permitía su comodidad.
El pequeño paciente era una víctima más de la guerra en Siria. Una bomba estalló cerca de su casa y algunas esquirlas se incrustaron en su brazo. Alguien le dijo a su abuela de la posibilidad de que pudieran tratarlo en Israel, y fue entonces que los dos comenzaron una peligrosa travesía hacia la frontera, corriendo contra el reloj a través de un país en guerra.
Ese mismo día llegaron al hospital, y gracias al pronto auxilio de los médicos no sólo lograron salvarle el brazo al niño, sino que con las terapias que está recibiendo esperan que pronto recupere la movilidad completa. Mientras la enfermera de turno le da unas instrucciones en árabe al niño, él comienza a mover lentamente su brazo, con una sonrisa que dibujaba en su rostro la gratitud de su corazón.
Al finalizar el tratamiento ellos planean regresar a Siria. La abuela confesó con agonía que la guerra había acabado con la vida de su hijo, su hermano y otros miembros de su familia; pero entiende que su vida y el futuro de ambos está allá.
“Solo oren por nosotros, queremos paz, deseamos que esta guerra termine», expresó, mientras acariciaba con cariño la cabeza del niño”, dijo la mujer.
En la habitación contigua, cuatro combatientes sirios se recuperaban también de sus heridas. El más joven tenía 15 años y el mayor no llegaba a los 40. Cada uno ingresó en diferentes fechas, y aunque afirman que no se conocían antes de llegar al hospital, las heridas de los cuatro pacientes fueron ocasionadas en combate como consecuencia de la guerra en Siria.
Solo tres hablaron abiertamente sobre su situación médica. Dos de ellos habían recibido un tiro de un francotirador, y otro fue herido por una bomba que cayó en su casa. El cuarto hombre había llegado el día antes al hospital y aunque decidió no hablar, su mirada reflejaba una mezcla de dolor y terror.
“Es algo muy común cuando están recién llegados – dijo Farris, interpretando su silencio. Algunas veces toma semanas o meses para que los pacientes se sientan cómodos. Depende de ellos si quieren hablar sobre sus sentimientos. Pero una vez se dan cuenta que nuestro objetivo es ayudarles, ellos comienzan a abrir su corazón”.
Al terminar la entrevista, Farris se despidió amablemente de sus enemigos potenciales, esperando que cuando regresen a Siria reflexionen sobre su experiencia en el hospital y que puedan analizar con otro criterio lo que su gobierno les dice sobre Israel.
De esta manera y por medio de la medicina, este hospital israelí está logrando salvar la vida de los sirios, pero esperan en el fondo lograr algo más. Ellos guardan la esperanza de que el respeto por la vida y las muestras de caridad que les han brindado durante su estadía en el hospital se conviertan en el mejor antídoto contra la violencia.